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Columna de SOFÍA CALVO

Fotografía: Igor Valdebenito

FEMINISMO EN TIEMPOS DE CRISIS




"Todxs deberíamos ser feministas" afirma en su ensayo la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie, sin embargo la realidad es que no todxs se sienten representados por esta filosofía política y movimiento social.


Lo anterior, se produce por el desconocimiento de su principal objetivo -conseguir la igualdad de derechos entre mujeres y hombres-, y las diferencias existentes a la hora de visibilizar y materializar ese derecho humano.


Para despejar esas dudas, dejo sobre la mesa, dos aclaraciones fundamentales. La primera es que más allá de las formas y caminos, lograr la agenda feminista, cuyas demandas son tan amplias como aspirar a la igualdad salarial, la paridad en los puestos de poder, la corresponsabilidad parental, lograr la soberanía del cuerpo, entre otros, no solo beneficiará a las mujeres, sino a la sociedad en su conjunto, sin excepciones.


Ese aspecto lo tenemos claro quienes somos feministas y apelamos a que cada una de esas metas -muy bien descritas en el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) nº5 de la Agenda 2030 de Naciones Unidas-, se cumplan.


La segunda aclaración es sobre los "modos". El feminismo como todo movimiento social y filosofía política no tiene una sola corriente de pensamiento y acción. Por ello no todas las feministas tienen las mismas prioridades, ni maneras de exigir sus reclamaciones, lo que no significa que no existan consensos generales o que no estemos de acuerdo con el objetivo principal.


En esa línea, la llamada 4º ola feminista, demostró que más allá de las naturales y sanas diferencias (sí, la diversidad SIEMPRE es positiva), existe una mirada colectiva, intergeneracional y interseccional que nos une.


Esa sororidad -solidaridad, hermanamiento, complicidad o alianza entre mujeres- es la que nos ha ayudado, desde tiempos remotos, en las épocas de crisis políticas, sociales, económicas, ambientales y sanitarias.


Lo anterior, porque las feministas (y las mujeres en su conjunto) entendemos que cuando existen diferencias estructurales, cuando hay grupos vulnerables que pocas veces son visibilizados, la única manera de hacer frente a la adversidad es uniéndonos, comprendiendo que el "bien común", la responsabilidad cívica tiene nombre y no son solo conceptos abstractos.


Así lo he podido comprobar desde mi activismo en la industria de la moda. Poniéndolo rostro a muchas mujeres olvidadas por un sistema, que solo se preocupa por los productos y niega a las seres humanos que hay detrás de su cadena productiva, las que muchas veces son sometidas a condiciones cercanas a la esclavitud moderna.


Todxs quienes hemos abierto los ojos a esa realidad tenemos la certeza que, tarde o temprano, alguien pagará el costo de "lo barato", del egoísmo y/o la falta de conciencia social. Quizás no seremos nosotrxs, pero sin duda lo harán nuestrxs hijxs o las generaciones que les sucedan.


En ese sentido, ante las crisis, el feminismo nos motiva a mirarnos como iguales en dignidad y derechos, y a luchar colectivamente, sin dejar a nadie abajo. Esa convicción -muy alejada de la confrontación o dominación- articulada desde el enfoque de género, nos ayudará a que las soluciones del presente y el futuro tengan una visión integral y no sólo la del 49% de la población (según cifras del Censo 2017).


Porque perderse el 51% es perderse la oportunidad de tener más manos para construir, mentes para soñar y voluntades para entender que los actos "inocentes" del cotidiano pueden cambiar para bien o para mal nuestro futuro cercano.


Hoy más que nunca, todxs deberíamos ser feministas.

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