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Columna de MARÍA ISABEL MUÑOZ

Periodista. Directora de la Cámara de Comercio Asia Pacífico. Directora de la Asociación de Ética Empresarial y Organizacional de Chile

PAUSA

A pesar de los esfuerzos que hace la ciencia para intentar explicar todo, existe en la naturaleza una inevitable tendencia al caos que impide que las predicciones sean exactas. Por cierto, los propios métodos de la teoría del caos no resuelven del todo los patrones de la irregularidad, el azar y lo impredecible.


Paradójicamente, hace unos 3.500 millones de años la Tierra era muy distinta de cómo la conocemos hoy, tanto así que a los mamíferos nos hubiera sido prácticamente imposible vivir en condiciones tan extremas. Pero el milagro ocurrió. Aquel hábitat fue el propicio para que la vida se abriera camino, y a partir de una maravillosa cadena, las primeras bacterias comenzaron a formarse en los océanos y más tarde cambiaron el planeta entero generando oxígeno liberado a la atmósfera, fijando nitrógeno atmosférico en el suelo y en el agua, preparando el terreno para abrir paso a la vida. Vida que fue posible gracias a la cooperación y endosimbiosis de un número infinito de células encadenadas en un trabajo incesante, hasta llegar a la generación de organismos complejos, evolucionados incluso para ser capaces de colonizar otros hábitats.


Como los ciclos se repiten y por lo general ocurren de forma expandida, en pleno s. XXI enfrentamos la pandemia de nuestra propia endosimbiosis, ergo, presencia de un organismo dentro de otro organismo. Aunque parezca a ratos difícil y complejo, nuestra sobrevivencia será directamente proporcional a nuestro nivel de determinación, eficiencia y cooperación.


Afortunadamente para quienes amanecimos un día en Chile -sigo aún siendo optimista- sucede que no somos 1.500 millones, tampoco residimos en zonas de conflictos bélicos o en áreas remotas y desglobalizadas sumidas en la pobreza más extrema. Chile de manera privilegiada cuenta con acceso a una abundante reserva de recursos naturales, energéticos y agroalimentarios. Somos una economía abierta, uno de los pocos países con suficientes recursos y capacidad de gestión para garantizar -incluso ante una crisis sanitaria como ésta- la vacunación de casi toda su población y en tiempo record.


Una sociedad algo bipolar y torpe ¡tal vez!, como sucede con aquellos organismos que transitan abruptamente a la adultez, sin embargo, y a pesar de sus pulsos, con tendencia e inclinación a transformarse en una sociedad diversa y postmoderna. Aunque algunos sostengan que somos más bien un experimento social al sur del mundo, nuestra ancestral y latina predisposición genética, medio guerrera, porfiada e intensa, perfectamente nos posiciona como una población y sociedad preparada para enfrentar el “nuevo mundo”, si aquello fuera nuestra opción.


De ser así, será crítica nuestra determinación al cambio (querer ser/estar), como asimismo la de nuestros líderes y gobiernos presentes y futuros, contribuyendo cada uno en lo suyo y cooperativamente, hacia una dignificación del quehacer político (en la antigua Roma, los Antoninos priorizaban las virtudes), la administración racional de los recursos y una nueva forma de organización (Plan de Ruta), que nos permita seguir anticipándonos al caos y al nuevo contexto.


Es un hecho que la incertidumbre carece de tiempo lineal y finalmente sólo somos dueños de la certeza que debemos aprender a seguir adaptándonos. ¿Cómo? Desde luego que a partir de la eficiencia y la cooperación (que incluye por defecto la generosidad y la empatía), incluso para librar la batalla orgánica y efectiva contra otras formas de endosimbiosis sistémica, esta vez en el campo social, como lo son el flagelo del narcotráfico, el vandalismo, el terrorismo, los fundamentalismos ideológicos, la desconfianza, la anarquía y la corrupción.


En consecuencia, nuestra sobrevivencia estará subordinada a la inteligencia colectiva, aquella que nos mueva a tomar las mejores decisiones, a desplegar oportunas acciones y al esfuerzo de pensar “en común”, para cuidarnos, prevenir, adaptarnos, sobrevivir, crecer y en el mejor de los casos, coexistir.


¿Infectados o adaptados?

De nosotros depende, aunque por azar del destino entremos en aparente Pausa.






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