Columna de MARIA IGNACIA FERNANDEZ
- Fabiola Olate Sagredo
- 20 may
- 2 Min. de lectura
Directora Ejecutiva de ANSPAC
ANSPAC: DEL AMOR A LA ACCION

A veces me detengo a pensar: ¿cómo llegué hasta aquí? ¿En qué momento se transformó en mi vocación el trabajar por y con otras mujeres?
Soy María Ignacia Fernández Rojas, directora ejecutiva de ANSPAC Chile, una organización sin fines de lucro que trabaja con mujeres que han tenido menos oportunidades en la vida. Y aunque mi profesión es la enfermería, hoy mi labor va mucho más allá del área de la salud: Mi propósito es generar espacios donde las mujeres puedan crecer y transformar sus vidas.
ANSPAC llegó a mi vida en un momento inesperado, mientras vivía en Buenos Aires, ciudad que fue mi hogar por 12 años. Junto a un grupo de mujeres, fundamos la sede local y empezamos a descubrir, en comunidad, la fuerza que emerge cuando las mujeres se apoyan, se forman y se valoran.
Al volver a Chile en 2004, reencontré a ANSPAC y sentí con claridad que era momento de dar un nuevo paso: trabajar para profesionalizar esta organización y hacerla crecer. Desde entonces, me he dedicado a fortalecerla desde dentro y hacia fuera, conectándola con otras redes de mujeres, fundaciones sociales y empresas comprometidas con su entorno a través de la responsabilidad social.
¿Qué hacemos en ANSPAC?Formamos mujeres. Las acompañamos para que se reconozcan, se valoren y descubran su capacidad de transformar sus propias vidas. Lo hacemos a través de talleres de desarrollo personal y emprendimiento, donde entregamos herramientas concretas: autoconocimiento, autoestima, comunicación, habilidades prácticas y de negocio.
Todo esto es posible gracias a un equipo increíble de monitoras voluntarias. Mujeres generosas, empáticas, dispuestas a entregar su tiempo, conocimiento y experiencia. Ellas también se forman, porque aquí todas crecemos juntas.
Cada año llegamos a cerca de 800 mujeres. Y si bien las cifras son importantes, lo que realmente cuenta es el impacto humano. Lo que más me emociona es ver cómo, entre las asistentes a los talleres, se tejen redes invisibles pero profundas: vínculos de apoyo, de amistad, de sororidad. Mujeres que se sostienen, se aconsejan, se acompañan en los momentos difíciles y se celebran en los logros.
Muchas veces también somos puente: las conectamos con apoyo psicológico, espiritual, coaching u otras redes de ayuda. Porque entendemos que nadie crece sola, y que el desarrollo integral requiere una mirada amplia y humana.
Lo más hermoso de este camino es comprobar cómo, en el acto de entregar, una también recibe. Lo escucho constantemente de nuestras voluntarias: “vine a enseñar, y terminé aprendiendo más de lo que imaginaba”.Y es cierto. En ANSPAC todas aprendemos, nos transformamos y evolucionamos.
Trabajar en lo social no es solo una labor. Es una forma de ver la vida.Creemos profundamente en el poder de la mujer como agente de cambio. Apostamos por ellas, una por una, porque sabemos qué al fortalecer a una mujer, impactamos a su familia, a su comunidad y, en definitiva, a toda la sociedad.
Hoy, miro hacia atrás y me emociona todo lo que hemos construido. Pero más aún, me ilusiona lo que está por venir. Porque mientras haya mujeres con sueños, con ganas de crecer y con el valor de creer en sí mismas, ANSPAC seguirá estando ahí: acompañando, formando, sembrando esperanza.

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