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Columna de KARIN BRENNER

Directora de Desarrollo Social en la Comunidad Mujeres INfluyentes.


EL ADN DE LA VIDA: EL HUEVO Y LA MUJER


Como el huevo, la mujer encierra en su interior una fuerza y una versatilidad asombrosas. Un mapa extraordinario, una promesa de creación y renacimiento. A simple vista, la delicadeza de su cáscara sugiere fragilidad, pero basta un leve apretón para descubrir su resistencia: a veces, como nosotras, el huevo debe “ponerse duro” para tomar decisiones vitales y defender lo que valora.


Dentro de este micro universo, conviven dos mundos complementarios:

• La clara, liviana, etérea y transparente, que se eleva fácil con algo de trabajo, fe e ilusión, pudiendo convertirse en un merengue que lleva nuestros sueños al cielo…

• La yema, densa, vibrante, llena de sustancia, rica en sabor y nutrientes, con toda la potencia para la mejor mayonesa, capaz de deslumbrar en el banquete más elegante o abrazar la calidez de la mesa sencilla, compartiendo en cada entorno sin perder su identidad.


Así también somos nosotras: portamos la ligereza que impulsa el arte de la vida y la fortaleza que sostiene proyectos y afectos, coexistiendo la ternura con la determinación, la dulzura con la firmeza.

Lo he evidenciado y lo he vivido durante todos estos años como directora de la Comunidad Mujeres Influyentes, acompañando a mujeres extraordinarias convertirse en su mejor versión: fusionando sensibilidad con propósito, intuición con acción, y dejando huella desde lo auténtico.


A veces, como los huevos revueltos, debemos agitarnos, mezclarnos, reinventarnos con las herramientas que el día a día nos ofrece.


Dependiendo de las circunstancias, podemos ser muy dulces o bastante saladas.

Sutiles o intensas…


En otras oportunidades, tal como este ingrediente, actuamos como ese vínculo silencioso que une sabores, personas e historias, haciendo posible la alquimia de lo cotidiano.


Al igual que el huevo, nuestra presencia puede pasar inadvertida: estamos ahí, constantes, aunque no siempre se advierta. Sin embargo, nuestra entrega no depende de ser vista; está en nuestro corazón sostener, cuidar, dar forma al mundo, discretamente pero con la fuerza de lo que es esencial.


Incluso cuando la vida nos rompe, seguimos transformando.

La cáscara, aunque fragmentada, puede molerse, alimentar la tierra, fortalecer nuevas raíces. Así también nosotras: convertimos las grietas en abono, en cuna de nuevos comienzos, en cimiento fértil para los sueños de otros.


Cada mujer es como ese pequeño huevo: un milagro de protección, fertilidad, transformación y amor silencioso que traspasa generaciones.


Ahora la pregunta es:

¿Con qué tipo de preparación elegiremos convertirnos en la vida?

¿Con qué receta queremos ser recordadas?


La decisión es nuestra. El potencial, ya lo tenemos. 


@karinbrenner7


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