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Columna de CRISTINA LAGUNA

Psicóloga sanitaria y colaboradora del centro Psicoemocionat. Psicoterapeuta emocional para adultos. Además también hace formaciones para empresas y colegios sobre educación emocional y sexualidad.



EL BUSCADOR

Esta es la historia de un hombre al que yo definiría como buscador… Un buscador es alguien que busca. No necesariamente alguien que encuentra. Tampoco es alguien que necesariamente sabe lo que está buscando. Es simplemente alguien para quien su vida es una búsqueda. Aquí les dejo la historia de El buscador, cuento para reflexionar.


Un día el buscador sintió que debía ir hacia la ciudad de Kammir. Él había aprendido a hacer caso riguroso de esas que venían de un lugar desconocido de sí mismo, así que dejó todo y partió.


Después de dos días de marcha por los polvorientos caminos divisó , a lo lejos, Kammir. Un poco antes de llegar al pueblo, una colina a la derecha del sendero le llamó la atención. Estaba tapizada de un verde maravilloso y había un montón de árboles, pájaros y flores encantadoras. La rodeaba por completo una especie de valla pequeña de madera lustrada. Una pequeña portezuela de bronce lo invitaba a entrar.


¿Qué encontró el buscador?

De pronto sintió que olvidaba el pueblo y sucumbió ante la tentación de descansar por un momento en ese lugar. El buscador traspaso el portal y empezó a caminar lentamente entre las piedras blancas que estaban distribuidas como al azar, entre los árboles. Dejó que sus ojos se posaran como mariposas en cada detalle de ese paraíso multicolor. Sus ojos eran los de un buscador y, quizá por eso, descubrió sobre una de las piedras, aquella inscripción:

“Abedul Tare, vivió 8 años, 6 meses, 2 semanas y 3 días”.

Se sobrecogió un poco al darse cuenta de que esa piedra no era simplemente una piedra: Era una lápida. Sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad estaba enterrado en ese lugar.

Mirando a su alrededor, el hombre se dio cuenta de que la piedra de al lado, también tenía una inscripción, se acercó a leerla decía:

“Yamir Kalib, vivió 5 años, 8 meses y 3 semanas”.


¿Qué significaban las inscripciones?

El buscador se sintió terriblemente conmocionado. Aquel hermoso lugar, era un cementerio y cada piedra una lápida. Una por una, empezó a leer las lápidas. Todas tenían inscripciones similares: un nombre y el tiempo de vida exacto del muerto, pero lo que lo contactó con el espanto, fue comprobar que el que más tiempo había vivido, apenas sobrepasaba 11 años. Embargado por un dolor terrible, se sentó y lloró.


El cuidador del cementerio pasaba por ahí y se acercó, lo miró llorar por un rato en silencio y luego le preguntó si lloraba por algún familiar.

– No ningún familiar -dijo el buscador- ¿Qué pasa con este pueblo?, ¿Qué cosa tan terrible hay en esta ciudad? ¿Por qué tantos niños muertos enterrados en este lugar? ¿Cuál es la horrible maldición que pesa sobre esta gente, que lo ha obligado a construir un cementerio de chicos?


El anciano sonrió y dijo:

– Puede usted serenarse, no hay tal maldición. Lo que pasa es que aquí tenemos una vieja costumbre. Le contaré:


La costumbre de contar lo disfrutado

«Cuando un joven cumple 15 años en este pueblo, sus padres le regalan una libreta, como esta que tengo aquí, colgando del cuello, y es tradición entre nosotros que, a partir de allí, cada vez que uno disfruta intensamente de algo, abre la libreta y anota en ella: a la izquierda qué fue lo disfrutado, a la derecha, cuánto tiempo duró el gozo.

¿Conoció a su novia y se enamoró de ella? ¿Cuánto tiempo duró esa pasión enorme y el placer de conocerla?… ¿Una semana?, ¿Dos?, ¿Tres semanas y media?… Y después… la emoción del primer beso, el placer maravilloso del beso ¿Cuánto duró?, ¿El minuto y medio del beso?, ¿Dos días?, ¿Una semana?…

¿Y el embarazo o el nacimiento del primer hijo?…, ¿El casamiento de los amigos…?, ¿Y el viaje más deseado…?, ¿Y el encuentro con el hermano que vuelve de un país lejano…? ¿Cuánto tiempo duró el disfrute de estas situaciones?… ¿Horas?, ¿Días?…


Así vamos anotando en la libreta cada momento. Cuando alguien muere, es nuestra costumbre abrir su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado, para escribirlo sobre su tumba. Porque ese es, para nosotros, el único y verdadero tiempo vivido.»


¿Cuánto tiempo has realmente vivido tú?

Los textos como El buscador, cuento para reflexionar, nos permiten conectar con nuestras emociones y pensar sobre nuestra propia vida. A través de este cuento de Jorge Bucay , nos damos cuenta que el verdadero tiempo vivido es muy corto y que vale la pena sacarle el mayor partido . Disfrutar de los buenos momentos y aprender de aquellas experiencias más difíciles nos ayuda a comprendernos y conocernos mejor.


¿Qué experiencias anotarías en tu libreta? ¿Cuál es tu verdadero tiempo vivido?




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