Periodista y columnista de medios.
SORORIDAD, PERO EN SERIO
Son muchos los obstáculos que una mujer debe recorrer para hacerse camino en el ambiente profesional. Desde el primer momento, incluso al enfrentar una entrevista de trabajo, la forma en que esta instancia se aborda con una candidata, no es la misma que tendrá que enfrentar un candidato. Luego tenemos la brecha salarial, impensable pero tan real como esta columna. Luego la doble presencia y el permanente delicado equilibrio en el cual una mujer debe moverse para compatibilizar el trabajo con su vida fértil y que esta, entre otras cosas, no se convierta en un nuevo escollo que le permita desarrollarse entre sus pares.
Y cuando alguna de ellas logra superar todo lo anterior, incluso dejando de lado las preconcepciones, los comentarios machistas en las oficinas, las normalizaciones de distintos formatos de denostación históricamente permitidos, entonces es cuando viene lo impensado. Y es cuando son otras mujeres las impiden que un par siga creciendo y desarrollándose. Esa persona que aparece en mi radar es percibida como una contrincante y la solidaridad de género pierde todo sentido, convirtiéndonos nosotras mismas, en una más de esas vallas que debemos sortear para triunfar.
¿Qué mueve este tipo de conductas? Una de las razones probables y que ha sido estudiada en organizaciones que velan por temas de equidad de género, indica que las dificultades que han tenido las mujeres para llegar a cargos de poder, hace que en el mundo de los negocios si ellas actúan según los estereotipos de su género, se las considera demasiado blandas y si actúan en contra de los estereotipos del género, se las ve como demasiado duras.
La discusión es tan reciente que los estudios aún plantean preguntas más que respuestas en este ámbito. ¿Las mujeres están siendo "demasiado agresivas" porque hay muy pocas oportunidades de progreso? ¿O es un estereotipo y las mujeres sólo están siendo percibidas de esa manera? ¿Hay algún punto que establezca que un liderazgo femenino es bueno, así a secas?
Según la organización Catalyst, sin importar cómo decidan mandar las mujeres, la percepción de los demás nunca será "del todo buena". Es más, la organización descubrió que las mujeres tienen que trabajar el doble que los hombres para lograr el mismo grado de reconocimiento y demostrar que pueden liderar.
La respuesta puede estar en la “sororidad”, un concepto adoptado ya por la RAE y que viene a rescatar esa idea antigua de hermandad o alianza entre grupos afines. En este caso, entre mujeres que, al percibirse como iguales, pueden aliarse, compartir y, sobre todo, cambiar su realidad. Para mejor, por cierto.
Todas, en algún momento de la vida y de las más diversas maneras, hemos experimentado la falta de oportunidades, las desigualdades o sea amarga sensación de injusticia que se incrementa en el ámbito laboral. Y ese sentir común es el abono para generar lazos constructivos que vayan en pos de disminuir la brecha social de género.
O como ha presentado la antropóloga e investigadora mexicana, Marcela Legarde en sus investigaciones, la sororidad "es una experiencia de las mujeres que conduce a la búsqueda de relaciones positivas y a la alianza existencial y política, cuerpo a cuerpo, subjetividad a subjetividad con otras mujeres, para contribuir con acciones específicas a la eliminación social de todas las formas de opresión y al apoyo mutuo para lograr el poderío genérico de todas y al empoderamiento vital de cada mujer".
¿Y si nos hacemos el favor de compartir los espacios? La sororidad comienza donde hay un grupo de mujeres que creen que, avanzando juntas, pueden llegar más lejos.
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